miércoles, 12 de febrero de 2014

Joyas de la literatura


El amor


Nuestro contorno era inacabable. Al norte los ojos de la madre, tan azules que no comprendíamos cómo el cielo seguía intacto. Al sur, la fortaleza del padre apuntalando nuestro vivir, manteniéndolo tan vasto como un incendio al que el viento incrementa.
Y por todos los puntos cardinales, el ciclamor y la noctiluca, el panul y la sogalinda, la zara y el nochizo, la dorada, la cicindela, el sicomoro y las mil aves del trino y del trasvuelo, las mil raíces que se abren en su día. Pero el humo, mientras, advertía que el hombre pasa y que el tiempo lo usurpa.
Un día impensado, del que no conservamos fecha ni nombre, una recia corriente se abrió paso en el pecho. El sentir, antes plácido, empezó a desterrarnos del presente, fuera de nuestros márgenes habituales. Turbulento, nos arrastraba hacia un espacio desconocido, nos obligaba a nosotros, los siempre libres.
La incertidumbre, cálida y temida, se propagó sin tregua, nos exaltaba atemorizándonos. Lo que no deseábamos, lo queríamos; lo que no ignorábamos, venía a sorprendernos; vivíamos de esperar lo rechazado. El corazón giraba buscando sin saber y se fijaba en lo que no entendía. Llamábamos, pero no acudían los amigos de siempre, y si llegaban ninguno de ellos sabía ya explicarnos la vida, abrirnos sus puertas: cada hombre debe lograr su albergue.
Así terminó un día el tiempo sin historia, las horas con leyenda. Nos vimos impelidos hacia una oscuridad, hacia una luz profunda que nos salvaba encendiendo con fuerza sus cuatro letras hondas.


Relato extraído del libro: Dinde
Autor: Luis Feria

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